A aquellos estudiantes interesados en indagar más sobre el proceso de percepción humana trabajado en clase los invito a ver la siguiente entrada titulada:
miércoles, 27 de agosto de 2008
domingo, 24 de agosto de 2008
RELACIÓN CONGNICIÓN & EMOCIÓN
Para ver la convocatoria que estoy haciendo, haga click en el siguiente link:
Relación cognición & emoción
viernes, 22 de agosto de 2008
¿QUÉ ES CIENCIA REALMENTE?
Hoy en día no sólo se discute si la psicología es o no una ciencia sino también sobre la definición misma de ciencia. ¿Qué es ciencia? ¿Es el método científico suficiente para determinar si algo es o no científico? ¿El método científico es válido?
En la modernidad se podía definir con claridad lo que era la ciencia por medio del método científico. Sin embargo la misma investigación científica y sus limitaciones han puesto en duda no sólo la esperanza redentora que se le concedió a la ciencia sino que hasta su identidad misma es cuestionada. Por ejemplo, el “teorema de incompletitud de Gödel” que plantea que todo sistema tiene preguntas que no puede responder ha ayudado a dichos cuestionamientos. La pregunta por cómo definir la ciencia se ha venido haciendo hace mucho tiempo por el mundo secular y aún continúa vigente[1].
Para revisar este tema es importante explorar algunas definiciones de ciencia:
Según Leahey (1998):
"En la historia de la ciencia las ideas son particularmente importantes, ya que la ciencia no es más que un conjunto cambiante de ideas al que los fugaces seres humanos aportamos nuestras contribuciones. [...] Me planteaba descubrir la esencia de la ciencia, creía que incluso aunque otros campos fueran tan auto-contradictorios como para tener una esencia, la ciencia no lo era, puesto que tenía algún método central o actitud al margen de sus conceptos sustantivos. Sin embargo, al final llegué a la conclusión de que la ciencia es sólo el conjunto de creencias que los científicos mantienen, y que todas, excepto dos de ellas, han cambiado a lo largo de los siglos. La creencia más vieja, que data de los antiguos griegos, es la del naturalismo, la explicación del mundo sin referencia a entidades o sucesos sobrenaturales. De eso se sigue que la <> de la creación es un oxímoron, puesto que, aunque el creacionismo fuera cierto, no podría ser parte de la ciencia. La segunda creencia, que define a la ciencia moderna, proviene de Newton y afirma que la ciencia explica los sucesos como resultados de leyes naturales universales e intemporales. Sin embargo, estas creencias definen simplemente a la ciencia como institución social occidental; no son verdades esenciales" (Énfasis añadidos. Leahey, 1998, Pág. XIII y XVI)
Según Bravo (1994):
“La ciencia en cuanto cuerpo de conocimiento teóricos, no es otra cosa que el resultado de la investigación científica realizada de acuerdo con el método científico. En este sentido es claro que la investigación científica es la fuente de la ciencia. Según escribe Mario Bunge (1972, 189), «el conocimiento científico es, por definición, el resultado de la investigación realizada con el método y objetivo de la ciencia»”. (Énfasis añadido. Bravo, 1994, Pág. 24)
Según las definiciones anteriormente enunciadas, la ciencia se basa en teorías y de éstas, surgen los llamados paradigmas o cosmovisiones. La visión científica de la vida hace parte de una de las muchas cosmovisiones que determinan así mismo, una antropología (visión del ser humano). Las civilizaciones son el resultado de esas cosmovisiones y antropologías. No en vano dice Lasso de la Vega (1958) y Johnson (1995):
“La civilización es fundamentalmente el resultado de esa ardiente pasión por resolver problemas, escrutar lo ignoto, desvanecer secretos, sentar hipótesis, interpretar el pasado, explicar el presente, vaticinar el porvenir” (Énfasis añadido. Lasso de la Vega, 1958, Pág. 1)
“El más importante de los conceptos de Kuhn es el «paradigma», que no es una mera teoría o hipótesis, sino una manera de contemplar el mundo que está influenciada por el prejuicio cultural así como por la observación y la experiencia científica. Según Kuhn, «un elemento aparentemente arbitrario, compuesto de accidentes personales e históricos es siempre un ingrediente conformador de las creencias adoptadas por una comunidad científica determinada en un tiempo dado». Los científicos como todos los demás, contemplan la realidad a través del cristal coloreado de ideas y suposiciones que constituyen el paradigma. Cuando un paradigma queda establecido, sirve como el magno director organizador de la investigación científica. Esto significa que define las cuestiones que han de ser contestadas y los hechos que se han de reunir. En tanto que el paradigma no es desafiado de manera efectiva, la «ciencia normal» procede desarrollando sus implicaciones teóricas y prácticas y resolviendo los «enigmas» creados por hechos que no parecen ajustarse a las explicaciones del paradigma.” (Énfasis añadidos. Johnson,1995, Pág. 129-130).
Kuhn (2000) plantea que no existe una teoría científica verdadera sino más bien fructíferas. Ante un fenómeno cualquiera se plantean varias hipótesis que llevan a la posterior formulación de teorías qué por consenso se elegirá y aceptará alguna o varias (ej. darwinismo) y las demás se rechazan y se califican como supersticiosas en cuanto no fueron aceptadas (ej. juicio sobre la teoría del Diseño Inteligente). Sin embargo, todo paradigma genera y se le generan preguntas que no puede responder. En el intento de responderlas, surgen nuevas hipótesis que si se constituyen en una mejor explicación de las anteriores, terminan generando un nuevo paradigma. Un ejemplo de lo anterior fue el cambio de paradigma que ocurrió en el campo de la física del paradigma de Newton al paradigma de Einstein con su formulación de la teoría de la relatividad. Existen casos en los que aún cuando un paradigma sea reconocido como falso no se abandonará hasta que otro mejor lo pueda sustituir. Los paradigmas no son ciertos sino útiles.
“Ningún hombre de temperamento científico afirma que lo que ahora es creído en ciencia sea EXÁCTAMENTE verdad; afirma que es una etapa en el camino hacia la verdad…” (Bertrand Russell, citado por Bravo, 1994).
“«Las hipótesis», dijo Medewar en 1964, «son producto de la imaginación y de la inspiración… aventuras de la mente» [...] El mito del método científico consiste en creer que es inductivo; vale decir que , que la formulación de la teoría científica comienza con la evidencia en bruto aportada por los sentidos, o sea con una observación simple, imparcial y libre de prejuicios. De esos datos sensoriales –comúnmente denominados «hechos» surgen las generalizaciones. Según el mito, a partir de un conjunto desordenado de información fáctica surgirá, de algún modo, una teoría pertinente y ordenada. Sin embargo, el punto de partida de la inducción es falso”. (Énfasis añadidos. Estelle, 2001, Pág. 34).
“El hombre de ciencia sabe que hoy se rechaza lo que se aceptaba ayer y que a diario hay que deponer verdades que han cumplido su misión y su tiempo. Por eso la actitud del investigador debe ser la correspondiente a la duda: mas no para mantener la duda como sistema, no para caer en la duda de los escépticos, « suspensio judicii sceptica », que todo lo niega, aprovechándose en la fiabilidad de la razón sino en la duda metódica, la que Kant llamaba « suspensio judicii indagatoria », que es esencialmente constructiva, ya que no acepta incondicionalmente las verdades científicas. La duda metódica es a manera de deseo constante de verificación mediante el uso de nuevas experiencias las verdades científicas, sus leyes e hipótesis. Merced a la duda metódica los preceptos científicos no se organizan en impenetrable obstáculo al progreso. [...] En la labor científica hay que recordar siempre que se ha de ser «amigo» de Platón, pero más amigo aún de la verdad. El hombre de ciencia debe recordar lo que aconsejaban los preceptistas «Dejémonos del humo; calentémonos.» La metafísica ha vivido del humo; la ciencia de las brasas” (Lasso de la Vega, 1958, Pág. 10-11).
A pesar de que la ciencia se ha sustentado y funciona a partir de paradigmas, ésta ha encontrado sus limitaciones y su frustración como redentora al ser confrontada con diversos hechos históricos y descubrimientos que la han cuestionado y desembocaron la llamada “pérdida de inocencia de la ciencia”. Algunos de éstos son: el descubrimiento de la finitud del universo que plantea el Big Bang, las respuestas naturalistas excluyentes que se plantean a la hora de responder cómo surge el principio y la vida, la explosión de la bomba atómica, el manejo que hacen industrias farmacéuticas en el tratamiento o no y la distribución de medicamentos. Todas ellas evidenciaron que la ciencia había dejado de buscar el progreso y, por el contrario, estaba al servicio de intereses.
En un sano análisis esencialista, también es necesario reconocer progresos invaluables que, gracias a la ciencia, se han podido alcanzar. Por ejemplo, el ataque efectivo contra la peste bubónica, la vacuna de Pasteur, el descubrimiento de los rayos X de Roentgen, la obtención del radio por los Curie, el desarrollo del ordenador, las telecomunicaciones, el descubrimiento del genoma humano, entre otros tantos. No obstante, no se puede dejar de mencionar otros eventos históricos que no se esperarían que hubieran ocurrido, si la ciencia fuera la redentora de la humanidad: La primera y segunda guerra mundial, la guerra fría, la guerra de Vietnam, la guerra de Korea y otros tantos eventos que faltaría por mencionar y han hecho que el siglo XX sea considerado como uno de los más violentos de la humanidad. Hoy en día hemos “avanzado” tanto que existe el temor que con un solo “Click” o “Enter” podamos ser exterminados. La ciencia, por tanto, no es buena o mala; buena o mala es la aplicación que se haga de ésta. Esta realidad, pone al descubierto la indiscutible necesidad de diálogos interdisciplinarios con otras disciplinas como la Teología y las llamadas Humanidades.
En este sentido, cobran vigencia las palabras de Robert Jastrow cuando afirma:
“Para el científico que ha vivido con su fe en el poder de la razón, la historia acaba como una pesadilla. Ha escalado las montañas de la ignorancia, está a un tris de conquistar el pico más alto y cuando lo trepa por la roca final se encuentra con una cuadrilla de teólogos que llevan siglos allí sentados”. (Jastrow, 1992. citado por Heeren, 1999)
Aún continúa vigente la pregunta: ¿qué es la ciencia?. Muchos saben discriminar bien lo que no es pero no, lo que en realidad es. Ni los mitos, ni la poesía, ni la literatura, ni la filosofía, ni la hermenéutica son ciencia.
La ciencia a su vez se ha clasificado en dos grandes subgrupos: ciencias formales (ej. lógica y matemática) y ciencias fácticas (ej. física y química). Las primeras dependen de la postulación de un conjunto de proposiciones o enunciados los cuales guardan entre sí una relación de análisis deductivos. Los segundos, en vez de basar sus afirmaciones a partir de ideas, enunciados o postulados, basan sus afirmaciones en los resultados obtenidos por la experimentación o aplicación del llamado método científico. Precisamente, es a partir de este método que se construyen las definiciones de lo que es ciencia.
El método científico depende de la posibilidad de observar, medir, clasificar, analizar, afirmar y replicar para comprobar. Este método se basa en la llamada “duda científica” que plantea, según Bravo (1994), que “no hay en la ciencia ningún conocimiento, ninguna ley, ninguna teoría, ningún descubrimiento de la misma, de los que no se pueda dudar, que no puedan ser sometidos siempre a nuevas revisiones y comprobaciones y que no puedan ser sustituidos por otros más exactos y verdaderos”.
Según Johnson (1995), la ciencia tiene los siguiente cinco rasgos esenciales:
1. Es guiada por la ley natural.
2. Tiene que dar sus explicaciones con referencia a la ley natural.
3. Es susceptible de prueba frente al mundo empírico.
4. Sus conclusiones son provisionales; es decir, no son necesariamente la palabra final.
5. Es falseable.
Actualmente la imposibilidad por definir lo que es exactamente la ciencia se basa en el cuestionamiento de los criterios del método científico (observar, medir, clasificar, analizar, afirmar y replicar). ¿Si un fenómeno no es observable se puede concluir que no es científico? Nadie ha visto un átomo o un quarks o una ley natural y sin embargo no se pone en duda su científicidad. Lo observable, por tanto, no determina lo que es o no ciencia. ¿Si un fenómeno no es replicable se puede concluir que no es científico? El Big Bang no puede ser replicado y sin embargo se reconoce como un hecho científico. Lo que se sabe de éste es por el estudio de los efectos posteriores de la explosión. La posibilidad de replicación, por tanto, tampoco determina lo que es o no científico. ¿Qué determina entonces que algo sea o no científico?
Como si esto fuera poco en ciencia, al igual que en religión, existen postulados o “principios a priori” que se establecen sin una previa comprobación científica. Uno de éstos, es el naturalismo el cual, más que un principio, es una cosmovisión antiteológica y una metodología antisobrenaturalista y pragmática. Otros principios a priori en ciencia son los axiomas que plantean que la suma de los reales es conmutativa y el “esquema de comprensión”, los cuales, fueron formulados a conveniencia.
¿Será que las afirmaciones científicas lo son por quién las dice? Cuando alguien afirma: “la tierra es redonda”, ¿cómo podemos saber si esta afirmación es científica, poética o religiosa?. Aunque es una verdad científica que se cree después de la creencia previa de que ésta era plana, ya Isaías 42:10 lo había afirmado muchos siglos antes de que la misma ciencia lo reconociera: “Él reina sobre la bóveda de la tierra, cuyos habitantes son como langostas. Él extiende los cielos como un toldo, y los despliega como carpa para ser habitada”. ¿Cómo podemos diferenciar ciencia de filosofía? Es indudable que quien está en el poder es quien define lo que es o no ciencia. Prueba de ello es el mencionado juicio en contra de la Teoría del Diseño Inteligente (D.I.) en el cual la ASOCIACIÓN PARA EL AVANCE DE LA CIENCIA determinó que el D.I. no era ciencia sino religión.
Con las anteriores reflexiones queda claro que el problema al definir ciencia no sólo está en la dificultad que en sí misma tiene dicha definición sino también, y quizás más claramente, las limitaciones que le imponen el manejo del poder y las manipulaciones por intereses políticos, económicos y de diferentes índoles. Un claro ejemplo de esto, es el afán actual por publicar “investigaciones científicas”. Hoy en día quien no tenga un artículo publicado en una revista importante de su respectiva profesión no tiene reconocimiento ni respeto científico. Lo anterior ha hecho que, en muchos casos, se pierda el verdadero propósito de las publicaciones científicas. Ya el fin no es tanto el progreso de la ciencia sino la obtención de títulos, reconocimiento y cargos por medio de éstos.
Quizás la imposibilidad de definir ciencia se deba a lo que Wittengstein llama “una trampa del lenguaje”. Quizás la pregunta no se puede contestar de manera satisfactoria porque está mal formulada. Cómo debería formularse entonces? Para responder a esta pregunta más que en el método de la ciencia habrá que explorarla en su metafísica subyacente. Lo anterior, es respaldado por las siguientes afirmaciones de Johnson (1995) que muy bien podrían constituirse en las consideraciones finales sobre este tema que, sin pretender concluir el tema, son incluidas con el propósito de intentar hacer un cierre de las cuestiones tratadas a modo de resumen:
“Los darwinistas adoptaron una perspectiva falsa de la ciencia porque estaban infectados por el ansia de estar en lo correcto. Sus colegas científicos les han permitido salirse con prácticas pseudocientíficas principalmente porque la mayoría de los científicos no entienden que hay una diferencia entre el método científico de indagación, tal como lo articuló Popper, y el programa filosófico del naturalismo científico. Una razón de que no se sientan inclinados a reconocer la diferencia es que temen el crecimiento del fanatismo religioso si se debilita el poder de la filosofía naturalista. Pero siempre que la ciencia se moviliza en defensa de cualquier otra causa –religiosa, política o racista-, el resultado es que los científicos mismos se vuelven fanáticos”. (Johnson, 1995, Pág. 166)
“En resumen, lo que me hace «un crítico de la evolución» es que distingo entre la filosofía naturalista y la ciencia empírica, y me opongo a la primera cuando se presenta revestida de la autoridad de la segunda” . (Johnson, 1995, Pág. 168)
“Las observaciones de Shapiro ilustran un malentendido acerca del teísmo que está profundamente arraigado en la mentalidad naturalista, y que explica por qué los reconocimientos formales de los «límites de la ciencia» han de ser cuidadosamente interpretados como profesiones naturalistas de «respeto a la religión». Para los naturalistas científicos, el reconocimiento de una realidad sobrenatural no es más que superstición, y por ello un abandono de la ciencia. Para los teístas, en cambio, el reconocimiento de una Mente sobrenatural a cuya imagen hemos sido creados es la base metafísica esencial para nuestra confianza de que el cosmos es racional y hasta cierto punto comprensible. Los naturalistas insisten, paradójicamente, en que el cosmos puede ser comprendido por una mente racional sólo si no fue creado por una mente racional. [...] Lo que nos dice este grotesco malentendido tanto de la teología como de la historia de la ciencia es que el mundo científico está impregnado de mala filosofía, especialmente si consideramos que el nivel de malentendido por parte de Shapiro es muy avanzado respecto al de sus muchos colegas, que siguen repitiendo como loros «la autojustificadora propaganda positiva sobre la objetividad final»” (Johnson, 1995, Pág.174)
“¿Deberían los teístas (cristianos u otros) intentar competir con los naturalistas científicos en la tarea de describir la realidad, o deberían aceptar tácitamente la imagen naturalista y tratar de encontrar dentro de ella un lugar seguro?" (Johnson, 1995, Pág.179)
“Lo que nos divide son las mismas cuestiones metafísicas que he debatido con Steven Weinberg y Michael Ruse: ¿Es la «ciencia», por definición, simplemente una filosofía naturalista aplicada? En tal caso, ¿es el naturalismo esencialmente lo mismo que «la razón»? ¿O puede el naturalismo mismo ser puesto en tela de juicio sobre una base racional? Mucho depende de las respuestas a estas preguntas, y por eso debería ser posible tratar acerca de esta cuestión sin ofuscarse. [...] Los teístas no se cruzan de brazos y lo atribuyen todo al gran plan de Dios, pero sí que reconocen que los intentos de explicar toda la realidad en términos totalmente naturalistas pueden dejar de lado algo importante. Así, rechazan los «non sequiturs» rutinarios del cientificismo que impregnan la literatura darwinista: Porque la ciencia no puede estudiar un propósito cósmico, el cosmos no ha de tener propósito alguno; por cuanto la ciencia no puede emitir juicios de valor, los valores han de ser algo puramente subjetivo; por cuanto la ciencia no puede estudiar a Dios, sólo pueden haber existido fuerzas materiales sin propósito en la creación biológica, y un largo etcétera”. (Johnson, 1995, Pág.226-227)
“En su dimensión mitológica, el darwinismo es la historia de la liberación de la humanidad del engaño de que su destino está controlado por un poder superior al suyo. Careciendo de conocimiento científico, los hombres atribuyen al principio acontecimientos naturales como el clima y las enfermedades a seres sobrenaturales. Al aprender a predecir o a controlar fuerzas naturales echan de lado a los espíritus inferiores, pero una religión más evolucionada retiene el concepto de un Creador racional que rige el universo. Por fin se llega al más grande de todos los descubrimientos científicos, y los humanos modernos aprenden que son producto de un proceso natural ciego que no tiene ningún objetivo y que no se cuida para nada de ellos. La resultante «muerte de Dios» es experimentada por algunos como una gran pérdida, y por otros como una liberación. Pero, ¿liberación para qué?”. (Johnson, 1995, Pág.142-143)
Para revisar este tema es importante explorar algunas definiciones de ciencia:
Según Leahey (1998):
"En la historia de la ciencia las ideas son particularmente importantes, ya que la ciencia no es más que un conjunto cambiante de ideas al que los fugaces seres humanos aportamos nuestras contribuciones. [...] Me planteaba descubrir la esencia de la ciencia, creía que incluso aunque otros campos fueran tan auto-contradictorios como para tener una esencia, la ciencia no lo era, puesto que tenía algún método central o actitud al margen de sus conceptos sustantivos. Sin embargo, al final llegué a la conclusión de que la ciencia es sólo el conjunto de creencias que los científicos mantienen, y que todas, excepto dos de ellas, han cambiado a lo largo de los siglos. La creencia más vieja, que data de los antiguos griegos, es la del naturalismo, la explicación del mundo sin referencia a entidades o sucesos sobrenaturales. De eso se sigue que la <
Según Bravo (1994):
“La ciencia en cuanto cuerpo de conocimiento teóricos, no es otra cosa que el resultado de la investigación científica realizada de acuerdo con el método científico. En este sentido es claro que la investigación científica es la fuente de la ciencia. Según escribe Mario Bunge (1972, 189), «el conocimiento científico es, por definición, el resultado de la investigación realizada con el método y objetivo de la ciencia»”. (Énfasis añadido. Bravo, 1994, Pág. 24)
Según las definiciones anteriormente enunciadas, la ciencia se basa en teorías y de éstas, surgen los llamados paradigmas o cosmovisiones. La visión científica de la vida hace parte de una de las muchas cosmovisiones que determinan así mismo, una antropología (visión del ser humano). Las civilizaciones son el resultado de esas cosmovisiones y antropologías. No en vano dice Lasso de la Vega (1958) y Johnson (1995):
“La civilización es fundamentalmente el resultado de esa ardiente pasión por resolver problemas, escrutar lo ignoto, desvanecer secretos, sentar hipótesis, interpretar el pasado, explicar el presente, vaticinar el porvenir” (Énfasis añadido. Lasso de la Vega, 1958, Pág. 1)
“El más importante de los conceptos de Kuhn es el «paradigma», que no es una mera teoría o hipótesis, sino una manera de contemplar el mundo que está influenciada por el prejuicio cultural así como por la observación y la experiencia científica. Según Kuhn, «un elemento aparentemente arbitrario, compuesto de accidentes personales e históricos es siempre un ingrediente conformador de las creencias adoptadas por una comunidad científica determinada en un tiempo dado». Los científicos como todos los demás, contemplan la realidad a través del cristal coloreado de ideas y suposiciones que constituyen el paradigma. Cuando un paradigma queda establecido, sirve como el magno director organizador de la investigación científica. Esto significa que define las cuestiones que han de ser contestadas y los hechos que se han de reunir. En tanto que el paradigma no es desafiado de manera efectiva, la «ciencia normal» procede desarrollando sus implicaciones teóricas y prácticas y resolviendo los «enigmas» creados por hechos que no parecen ajustarse a las explicaciones del paradigma.” (Énfasis añadidos. Johnson,1995, Pág. 129-130).
Kuhn (2000) plantea que no existe una teoría científica verdadera sino más bien fructíferas. Ante un fenómeno cualquiera se plantean varias hipótesis que llevan a la posterior formulación de teorías qué por consenso se elegirá y aceptará alguna o varias (ej. darwinismo) y las demás se rechazan y se califican como supersticiosas en cuanto no fueron aceptadas (ej. juicio sobre la teoría del Diseño Inteligente). Sin embargo, todo paradigma genera y se le generan preguntas que no puede responder. En el intento de responderlas, surgen nuevas hipótesis que si se constituyen en una mejor explicación de las anteriores, terminan generando un nuevo paradigma. Un ejemplo de lo anterior fue el cambio de paradigma que ocurrió en el campo de la física del paradigma de Newton al paradigma de Einstein con su formulación de la teoría de la relatividad. Existen casos en los que aún cuando un paradigma sea reconocido como falso no se abandonará hasta que otro mejor lo pueda sustituir. Los paradigmas no son ciertos sino útiles.
“Ningún hombre de temperamento científico afirma que lo que ahora es creído en ciencia sea EXÁCTAMENTE verdad; afirma que es una etapa en el camino hacia la verdad…” (Bertrand Russell, citado por Bravo, 1994).
“«Las hipótesis», dijo Medewar en 1964, «son producto de la imaginación y de la inspiración… aventuras de la mente» [...] El mito del método científico consiste en creer que es inductivo; vale decir que , que la formulación de la teoría científica comienza con la evidencia en bruto aportada por los sentidos, o sea con una observación simple, imparcial y libre de prejuicios. De esos datos sensoriales –comúnmente denominados «hechos» surgen las generalizaciones. Según el mito, a partir de un conjunto desordenado de información fáctica surgirá, de algún modo, una teoría pertinente y ordenada. Sin embargo, el punto de partida de la inducción es falso”. (Énfasis añadidos. Estelle, 2001, Pág. 34).
“El hombre de ciencia sabe que hoy se rechaza lo que se aceptaba ayer y que a diario hay que deponer verdades que han cumplido su misión y su tiempo. Por eso la actitud del investigador debe ser la correspondiente a la duda: mas no para mantener la duda como sistema, no para caer en la duda de los escépticos, « suspensio judicii sceptica », que todo lo niega, aprovechándose en la fiabilidad de la razón sino en la duda metódica, la que Kant llamaba « suspensio judicii indagatoria », que es esencialmente constructiva, ya que no acepta incondicionalmente las verdades científicas. La duda metódica es a manera de deseo constante de verificación mediante el uso de nuevas experiencias las verdades científicas, sus leyes e hipótesis. Merced a la duda metódica los preceptos científicos no se organizan en impenetrable obstáculo al progreso. [...] En la labor científica hay que recordar siempre que se ha de ser «amigo» de Platón, pero más amigo aún de la verdad. El hombre de ciencia debe recordar lo que aconsejaban los preceptistas «Dejémonos del humo; calentémonos.» La metafísica ha vivido del humo; la ciencia de las brasas” (Lasso de la Vega, 1958, Pág. 10-11).
A pesar de que la ciencia se ha sustentado y funciona a partir de paradigmas, ésta ha encontrado sus limitaciones y su frustración como redentora al ser confrontada con diversos hechos históricos y descubrimientos que la han cuestionado y desembocaron la llamada “pérdida de inocencia de la ciencia”. Algunos de éstos son: el descubrimiento de la finitud del universo que plantea el Big Bang, las respuestas naturalistas excluyentes que se plantean a la hora de responder cómo surge el principio y la vida, la explosión de la bomba atómica, el manejo que hacen industrias farmacéuticas en el tratamiento o no y la distribución de medicamentos. Todas ellas evidenciaron que la ciencia había dejado de buscar el progreso y, por el contrario, estaba al servicio de intereses.
En un sano análisis esencialista, también es necesario reconocer progresos invaluables que, gracias a la ciencia, se han podido alcanzar. Por ejemplo, el ataque efectivo contra la peste bubónica, la vacuna de Pasteur, el descubrimiento de los rayos X de Roentgen, la obtención del radio por los Curie, el desarrollo del ordenador, las telecomunicaciones, el descubrimiento del genoma humano, entre otros tantos. No obstante, no se puede dejar de mencionar otros eventos históricos que no se esperarían que hubieran ocurrido, si la ciencia fuera la redentora de la humanidad: La primera y segunda guerra mundial, la guerra fría, la guerra de Vietnam, la guerra de Korea y otros tantos eventos que faltaría por mencionar y han hecho que el siglo XX sea considerado como uno de los más violentos de la humanidad. Hoy en día hemos “avanzado” tanto que existe el temor que con un solo “Click” o “Enter” podamos ser exterminados. La ciencia, por tanto, no es buena o mala; buena o mala es la aplicación que se haga de ésta. Esta realidad, pone al descubierto la indiscutible necesidad de diálogos interdisciplinarios con otras disciplinas como la Teología y las llamadas Humanidades.
En este sentido, cobran vigencia las palabras de Robert Jastrow cuando afirma:
“Para el científico que ha vivido con su fe en el poder de la razón, la historia acaba como una pesadilla. Ha escalado las montañas de la ignorancia, está a un tris de conquistar el pico más alto y cuando lo trepa por la roca final se encuentra con una cuadrilla de teólogos que llevan siglos allí sentados”. (Jastrow, 1992. citado por Heeren, 1999)
Aún continúa vigente la pregunta: ¿qué es la ciencia?. Muchos saben discriminar bien lo que no es pero no, lo que en realidad es. Ni los mitos, ni la poesía, ni la literatura, ni la filosofía, ni la hermenéutica son ciencia.
La ciencia a su vez se ha clasificado en dos grandes subgrupos: ciencias formales (ej. lógica y matemática) y ciencias fácticas (ej. física y química). Las primeras dependen de la postulación de un conjunto de proposiciones o enunciados los cuales guardan entre sí una relación de análisis deductivos. Los segundos, en vez de basar sus afirmaciones a partir de ideas, enunciados o postulados, basan sus afirmaciones en los resultados obtenidos por la experimentación o aplicación del llamado método científico. Precisamente, es a partir de este método que se construyen las definiciones de lo que es ciencia.
El método científico depende de la posibilidad de observar, medir, clasificar, analizar, afirmar y replicar para comprobar. Este método se basa en la llamada “duda científica” que plantea, según Bravo (1994), que “no hay en la ciencia ningún conocimiento, ninguna ley, ninguna teoría, ningún descubrimiento de la misma, de los que no se pueda dudar, que no puedan ser sometidos siempre a nuevas revisiones y comprobaciones y que no puedan ser sustituidos por otros más exactos y verdaderos”.
Según Johnson (1995), la ciencia tiene los siguiente cinco rasgos esenciales:
1. Es guiada por la ley natural.
2. Tiene que dar sus explicaciones con referencia a la ley natural.
3. Es susceptible de prueba frente al mundo empírico.
4. Sus conclusiones son provisionales; es decir, no son necesariamente la palabra final.
5. Es falseable.
Actualmente la imposibilidad por definir lo que es exactamente la ciencia se basa en el cuestionamiento de los criterios del método científico (observar, medir, clasificar, analizar, afirmar y replicar). ¿Si un fenómeno no es observable se puede concluir que no es científico? Nadie ha visto un átomo o un quarks o una ley natural y sin embargo no se pone en duda su científicidad. Lo observable, por tanto, no determina lo que es o no ciencia. ¿Si un fenómeno no es replicable se puede concluir que no es científico? El Big Bang no puede ser replicado y sin embargo se reconoce como un hecho científico. Lo que se sabe de éste es por el estudio de los efectos posteriores de la explosión. La posibilidad de replicación, por tanto, tampoco determina lo que es o no científico. ¿Qué determina entonces que algo sea o no científico?
Como si esto fuera poco en ciencia, al igual que en religión, existen postulados o “principios a priori” que se establecen sin una previa comprobación científica. Uno de éstos, es el naturalismo el cual, más que un principio, es una cosmovisión antiteológica y una metodología antisobrenaturalista y pragmática. Otros principios a priori en ciencia son los axiomas que plantean que la suma de los reales es conmutativa y el “esquema de comprensión”, los cuales, fueron formulados a conveniencia.
¿Será que las afirmaciones científicas lo son por quién las dice? Cuando alguien afirma: “la tierra es redonda”, ¿cómo podemos saber si esta afirmación es científica, poética o religiosa?. Aunque es una verdad científica que se cree después de la creencia previa de que ésta era plana, ya Isaías 42:10 lo había afirmado muchos siglos antes de que la misma ciencia lo reconociera: “Él reina sobre la bóveda de la tierra, cuyos habitantes son como langostas. Él extiende los cielos como un toldo, y los despliega como carpa para ser habitada”. ¿Cómo podemos diferenciar ciencia de filosofía? Es indudable que quien está en el poder es quien define lo que es o no ciencia. Prueba de ello es el mencionado juicio en contra de la Teoría del Diseño Inteligente (D.I.) en el cual la ASOCIACIÓN PARA EL AVANCE DE LA CIENCIA determinó que el D.I. no era ciencia sino religión.
Con las anteriores reflexiones queda claro que el problema al definir ciencia no sólo está en la dificultad que en sí misma tiene dicha definición sino también, y quizás más claramente, las limitaciones que le imponen el manejo del poder y las manipulaciones por intereses políticos, económicos y de diferentes índoles. Un claro ejemplo de esto, es el afán actual por publicar “investigaciones científicas”. Hoy en día quien no tenga un artículo publicado en una revista importante de su respectiva profesión no tiene reconocimiento ni respeto científico. Lo anterior ha hecho que, en muchos casos, se pierda el verdadero propósito de las publicaciones científicas. Ya el fin no es tanto el progreso de la ciencia sino la obtención de títulos, reconocimiento y cargos por medio de éstos.
Quizás la imposibilidad de definir ciencia se deba a lo que Wittengstein llama “una trampa del lenguaje”. Quizás la pregunta no se puede contestar de manera satisfactoria porque está mal formulada. Cómo debería formularse entonces? Para responder a esta pregunta más que en el método de la ciencia habrá que explorarla en su metafísica subyacente. Lo anterior, es respaldado por las siguientes afirmaciones de Johnson (1995) que muy bien podrían constituirse en las consideraciones finales sobre este tema que, sin pretender concluir el tema, son incluidas con el propósito de intentar hacer un cierre de las cuestiones tratadas a modo de resumen:
“Los darwinistas adoptaron una perspectiva falsa de la ciencia porque estaban infectados por el ansia de estar en lo correcto. Sus colegas científicos les han permitido salirse con prácticas pseudocientíficas principalmente porque la mayoría de los científicos no entienden que hay una diferencia entre el método científico de indagación, tal como lo articuló Popper, y el programa filosófico del naturalismo científico. Una razón de que no se sientan inclinados a reconocer la diferencia es que temen el crecimiento del fanatismo religioso si se debilita el poder de la filosofía naturalista. Pero siempre que la ciencia se moviliza en defensa de cualquier otra causa –religiosa, política o racista-, el resultado es que los científicos mismos se vuelven fanáticos”. (Johnson, 1995, Pág. 166)
“En resumen, lo que me hace «un crítico de la evolución» es que distingo entre la filosofía naturalista y la ciencia empírica, y me opongo a la primera cuando se presenta revestida de la autoridad de la segunda” . (Johnson, 1995, Pág. 168)
“Las observaciones de Shapiro ilustran un malentendido acerca del teísmo que está profundamente arraigado en la mentalidad naturalista, y que explica por qué los reconocimientos formales de los «límites de la ciencia» han de ser cuidadosamente interpretados como profesiones naturalistas de «respeto a la religión». Para los naturalistas científicos, el reconocimiento de una realidad sobrenatural no es más que superstición, y por ello un abandono de la ciencia. Para los teístas, en cambio, el reconocimiento de una Mente sobrenatural a cuya imagen hemos sido creados es la base metafísica esencial para nuestra confianza de que el cosmos es racional y hasta cierto punto comprensible. Los naturalistas insisten, paradójicamente, en que el cosmos puede ser comprendido por una mente racional sólo si no fue creado por una mente racional. [...] Lo que nos dice este grotesco malentendido tanto de la teología como de la historia de la ciencia es que el mundo científico está impregnado de mala filosofía, especialmente si consideramos que el nivel de malentendido por parte de Shapiro es muy avanzado respecto al de sus muchos colegas, que siguen repitiendo como loros «la autojustificadora propaganda positiva sobre la objetividad final»” (Johnson, 1995, Pág.174)
“¿Deberían los teístas (cristianos u otros) intentar competir con los naturalistas científicos en la tarea de describir la realidad, o deberían aceptar tácitamente la imagen naturalista y tratar de encontrar dentro de ella un lugar seguro?" (Johnson, 1995, Pág.179)
“Lo que nos divide son las mismas cuestiones metafísicas que he debatido con Steven Weinberg y Michael Ruse: ¿Es la «ciencia», por definición, simplemente una filosofía naturalista aplicada? En tal caso, ¿es el naturalismo esencialmente lo mismo que «la razón»? ¿O puede el naturalismo mismo ser puesto en tela de juicio sobre una base racional? Mucho depende de las respuestas a estas preguntas, y por eso debería ser posible tratar acerca de esta cuestión sin ofuscarse. [...] Los teístas no se cruzan de brazos y lo atribuyen todo al gran plan de Dios, pero sí que reconocen que los intentos de explicar toda la realidad en términos totalmente naturalistas pueden dejar de lado algo importante. Así, rechazan los «non sequiturs» rutinarios del cientificismo que impregnan la literatura darwinista: Porque la ciencia no puede estudiar un propósito cósmico, el cosmos no ha de tener propósito alguno; por cuanto la ciencia no puede emitir juicios de valor, los valores han de ser algo puramente subjetivo; por cuanto la ciencia no puede estudiar a Dios, sólo pueden haber existido fuerzas materiales sin propósito en la creación biológica, y un largo etcétera”. (Johnson, 1995, Pág.226-227)
“En su dimensión mitológica, el darwinismo es la historia de la liberación de la humanidad del engaño de que su destino está controlado por un poder superior al suyo. Careciendo de conocimiento científico, los hombres atribuyen al principio acontecimientos naturales como el clima y las enfermedades a seres sobrenaturales. Al aprender a predecir o a controlar fuerzas naturales echan de lado a los espíritus inferiores, pero una religión más evolucionada retiene el concepto de un Creador racional que rige el universo. Por fin se llega al más grande de todos los descubrimientos científicos, y los humanos modernos aprenden que son producto de un proceso natural ciego que no tiene ningún objetivo y que no se cuida para nada de ellos. La resultante «muerte de Dios» es experimentada por algunos como una gran pérdida, y por otros como una liberación. Pero, ¿liberación para qué?”. (Johnson, 1995, Pág.142-143)
“La evolución darwiniana con su tesis del relojero ciego me hace pensar en un gran acorazado en el océano de la realidad. Sus lados están pesadamente cubiertos de corazas filosóficas frente a la crítica, y sus cubiertas están cargadas de grandes cañones de retórica listos para intimidar a cualquier posible atacante. En apariencia, es tan inexpugnable como la Unión Soviética parecía serlo hace unos cuantos años. Pero en la nave se ha abierto una vía de agua metafísica, y los más perceptivos de los oficiales a bordo han comenzado a darse cuenta de que toda la potencia de fuego de la nave no puede salvarla si la vía de agua no es tapada. Habrá esfuerzos heroicos por salvar la nave, claro, y algunos rescatadores plausibles invitarán a los oficiales a que se refugien en botes salvavidas electrónicos equipados con sistemas de alta tecnología como conjuntos autocatalíticos y modelos informáticos de sistemas autoorganizantes. El espectáculo será fascinante, y la batalla proseguirá durante largo tiempo. Pero al final vencerá la realidad [...] Si los gobernantes de la ciencia realmente tienen la intención de saltar a este bote salvavidas, estaré bien dispuesto a participar en la discusión que seguirá, pero creo que después de haber medido los riesgos decidirán quedarse en la nave que se está hundiendo, tratando de tapar los agujeros.” Johnson, 1995, Pág. 179-180 y 229).
NOTAS:
[1] Para aquellos interesados en profundizar sobre este tema pueden consultar: Kuhn, T. (2000) La estructura de las revoluciones científicas. España: Fondo de Cultura Económica
REFERENCIAS :
Bravo, R.S. (1994) Tesis doctorales y trabajos de investigación científica. España: Editoria
Paraninfo.
Johnson, P.E. (1995) Proceso a Darwin: El porqué la teoría darwinista no es nada más que
eso: una teoría. Estados Unidos: Portavoz.
Kuhn, T. (2000) La estructura de las revoluciones científicas. España: Fondo de Cultura
Económica
Lasso de la Vega, J. (1958) Cómo se hace una tesis doctoral: Manual de técnica de la
documentación científica. Madrid: MayFe.
Leahey, T. (1998) Historia de la Psicología: Principales corrientes del pensamiento
psicológico. Madrid: Prentice Hall.
Bravo, R.S. (1994) Tesis doctorales y trabajos de investigación científica. España: Editoria
Paraninfo.
Johnson, P.E. (1995) Proceso a Darwin: El porqué la teoría darwinista no es nada más que
eso: una teoría. Estados Unidos: Portavoz.
Kuhn, T. (2000) La estructura de las revoluciones científicas. España: Fondo de Cultura
Económica
Lasso de la Vega, J. (1958) Cómo se hace una tesis doctoral: Manual de técnica de la
documentación científica. Madrid: MayFe.
Leahey, T. (1998) Historia de la Psicología: Principales corrientes del pensamiento
psicológico. Madrid: Prentice Hall.
miércoles, 13 de agosto de 2008
¡Ustedes me sorprenden!
Definitivamente, ¡ustedes me sorprenden!. No se equivocan quienes afirman que en los jovenes está el presente y futuro de la historia.
Desde que comencé a dictar mis clases me he encontrado con una riqueza de experiencias, conocimientos, expectativas y motivaciones que me llena de expectativas en lo que será, Dios mediante, un feliz viaje de vida en compañía de ustedes hacia el crecimiento y madurez mutuas.
Me gustaría que leyeran el siguiente artículo que escribí el año pasado sobre el uso de la tecnología.
"Ventajas y preocupaciones personales del uso de las nuevas tecnologías por parte de los jóvenes"
¿Qué SENTIMIENTOS y PENSAMIENTOS provoca este artículo en ustedes?
¡Ahora ustedes tienen la palabra!
Desde que comencé a dictar mis clases me he encontrado con una riqueza de experiencias, conocimientos, expectativas y motivaciones que me llena de expectativas en lo que será, Dios mediante, un feliz viaje de vida en compañía de ustedes hacia el crecimiento y madurez mutuas.
Me gustaría que leyeran el siguiente artículo que escribí el año pasado sobre el uso de la tecnología.
"Ventajas y preocupaciones personales del uso de las nuevas tecnologías por parte de los jóvenes"
¿Qué SENTIMIENTOS y PENSAMIENTOS provoca este artículo en ustedes?
¡Ahora ustedes tienen la palabra!
viernes, 8 de agosto de 2008
¡Duro contra ella!
La mejor forma de dominar a una serpiente es agarrándola por la cabeza. En algunos casos esto lo puede hacer uno solo pero en otros casos, necesitamos el trabajo en equipo.
En mi paso por la FUNLAM quiero que tanto ustedes como yo en un trabajo en equipo, descubramos lo que es crecer juntos con el conocimiento como excusa.
¡Un abrazo para todos!
En mi paso por la FUNLAM quiero que tanto ustedes como yo en un trabajo en equipo, descubramos lo que es crecer juntos con el conocimiento como excusa.
¡Un abrazo para todos!
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